miércoles, 15 de septiembre de 2010

Sin memoria

Una joven de cabellos de oro, sueltos hasta la cintura, estaba parada en lo alto de una pequeña colina, viendo fijamente el horizonte dejando que el aire alborotara sus cabellos. Su mirada estaba perdida en el inmenso cielo azul, pero su rostro no denotaba ninguna emoción.
Todos los días a la misma hora subía hasta aquel lugar, y se quedaba parada esperando algo que nunca iba a llegar, todos se preguntaban por qué aún mantenía las esperanzas, por qué aún seguía visitando aquél lugar...pero nadie le decía nada, era mejor así. Si aquella mujer quería seguir sumergida en la laguna de sueños y esperanzas vanas que ella misma se había creado para no morir en la cruel y fría realidad, entonces ellos no serían los verdugos de su efímera felicidad.

Lo que aquella gente no sabía, era que aquella joven era perfectamente consciente de la realidad a su al rededor, y hacía mucho tiempo que las esperanzas acudían con menor frecuencia a su encuentro hasta que finalmente habían dejado de salir, pero aquella joven sabía que aún se encontraban muy dentro de ella, sólo que también habían desistido en el intento de seguir manteniendo la llama encendida porque incluso ellas se habían dado cuenta de que la realidad no podría cambiarse y no había nada que hacer más que aceptarla como viniera, era mejor aceptarla que vivir lejos de la realidad.

Hacía tanto tiempo que esperaba, tanto tiempo que no recordaba los años. Vagamente se recordaba a ella misma de pequeña, apenas unos 5 años de edad subiendo por esa misma colina y continuar con su rito a través de los años siguientes hasta la actualidad. Había esperado por tanto tiempo que ni siquiera sabía ya, que era lo que esperaba, todo se había esfumado en una maraña de recuerdos, ideas, sueños y opiniones ajenas. Le habían arrebatado la oportunidad de mantenerse firme en su fe, ahora era un cáscara vacía que tal vez, y sólo tal vez...esperaba ser llenada de nuevo.

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